Tirando Millas

Parte 5: Durres – Tirana – Sveti Stephan – Kotor (Miércoles, 26/07/2017)

El día comenzaba muy pronto. Un aviso del ferry nos ponía en alerta de que la costa estaba cerca. Otro check estaba cercano, y la ilusión del grupo iba en aumento.. Ya se divisaba Dürres por las ventanas de nuestro ferry.

Bajamos a por nuestro compañero de viaje al garaje tras una breve espera, bastante más llevadera que nuestra experiencia anterior. Pero no todo iban a ser alegrías, el grueso del barco iba ocupando su vehículo y arrancando el motor, ¿por qué hacen esto si todavía no han abierto las puertas? ¿Son ustedes idiotas? No tardó en provocarse un ambiente irrespirable, llegando a barajarse la posibilidad de que o abrían pronto las puertas del barco para que se fueran todos los lumbreras o acabarían consumiendo todo el oxígeno del garaje.

Finalmente pudimos salir del ferry, y tras un muy breve control de pasaporte, en el que sin duda podríamos haber colado en el país (dentro de nuestro maletero) a algún presidente del gobierno extranjero, entramos en Albania, ¡entramos en Durrës!

La primera parada, dadas las horas, era obligatoria. Un café y un croissant de chocolate para comenzar bien el día. La euforia del momento llevó al grupo a intercambiar un breve diálogo con el camarero acerca de la pronunciación de la ciudad en la que nos encontrábamos. Evidentemente, llevábamos meses diciéndolo mal. La cara del camarero era un poema y sin ninguna duda parecía preguntarse… ¿pero estos tíos son tontos?

Por fin nos disponemos a ver Durrës. Varias mezquitas, iglesias, un anfiteatro romano… La verdad, bastante mejor de lo esperado.

Pero sin duda llegaba el momento más esperado del día (si no del viaje). Desde el momento en que el azar quiso que este fuera nuestro destino, todos los que compartieron algún rato con nosotros, sabían la ilusión por hacer una foto de nuestro coche con el cartel que indicaba en grande el nombre de la ciudad. Lo teníamos delante, lo divisábamos… ¡qué momentazo! El encargado de realizar la foto, bajo del coche sabiendo que estaba ante un momento único. Una primera foto del coche y el cartel de fondo. Todo estaba saliendo a pedir de boca.

Mientras el fotógrafo daba unas pequeñas indicaciones al conductor para colocar el coche en un mejor ángulo, los ocupantes del vehículo se disponen a bajar para poder llevarse un recuerdo del momento. De repente un ruido nos sobresalta, una especie de explosión hace alarmarse al conductor del vehículo que da por concluida la maniobra que estaba realizando. Se escucha el siguiente diálogo:

– “¡Vamos! Montad en el coche y vámonos de aquí cagando ostias, que ya han comenzado”
– “¿El que ha comenzado?” Pregunta un desconcertado acompañante
– “Los disparos, ¿no lo habéis oído?”

Momentos de desconcierto. ¿Habría sido un disparo de verdad? ¿El conductor había enloquecido? Sea como fuere, los intrépidos viajeros confiaron en su conductor, y montaron raudos en el vehículo, alejándose para siempre del cartel de Dürres. A día de hoy sigue sin haber consenso sobre si fue un disparo real o qué fue lo que pudo provocar el ruido. Lo único cierto es que tras meses esperando este momento, este es el único recuerdo que nos llevamos

El siguiente destino era Tirana, la capital del país. El breve trayecto desde Durrës hasta allí fue amenizado aprendiendo algo sobre la historia del país.

Entrando en la ciudad, unos niños se acercaron a nuestro vehículo a pedir dinero, llegando incluso a intentar abrir la puerta. Un policía observaba la escena, resultándole muy gracioso el intento de un niño por entrar en nuestro coche. Al no conseguir su propósito, la bendita criatura nos regaló un “fuck you” y una mancha de sudor de su frente en la luna del coche que nos acompañó el resto del viaje.

Finalmente conseguimos aparcar en el centro de Tirana, en un parking justo bajo la plaza principal. Una pequeña visita a una ciudad, que fuera de esta plaza y una pirámide soviet abandonada, poco más tiene que ofrecer al turista. Cabe destacar que durante este recorrido uno de los viajeros descubre en su móvil una llamada pérdida de un teléfono croata.

Continuamos nuestro camino en dirección a Shkoder, un pequeño pueblo justo en la frontera con Montenegro, que aprovecharíamos para comer algo típico albanés. Por el camino 3 cosas nos sorprendieron…

1 – Lo kamikazes que son los albaneses al volante. Cualquier mínimo hueco es suficiente para realizar un adelantamiento sin importar lo que venga por el carril contrario.
2 – La cantidad realmente exagerada de gasolineras con las que cuenta el país. Quizás no sea exagerado decir que una o dos cada kilómetro. Una locura
3 – Unos acordes que nos resultan familiares empiezan a salir de la radio del vehículo. Tras una comprobación de que, efectivamente, no es ninguno de nuestro móviles, no podemos dar crédito. “Que la detengan” de David Civera está sonando en una radio albanesa. Sin duda, están a la moda.

Finalmente llegamos a Shkoder, y tras una consulta con tripadvisor decidimos comer en el camping Legjenda. Primera pregunta de rigor, ya que no tenemos moneda local. “¿Aceptáis euros?” El camarero afirma con una efusividad y entusiasmo fuera de lo normal.

Lo más destacable de una comida compuesta por unos filetes y calamares fue sin duda, la bebida que nos ofreció el camarero nada más vernos las caras. Un tubo de cerveza de 3 litros.

Llegó la hora de pagar y el camarero entrega la cuenta a uno de los viajeros. Este la observa y solo acierta a soltar un triste: “uuuhhhh uuuuhhh”. Ante la mirada atónita del resto de viajeros se explica: “¡600€!”. Caras de auténtico pánico en la expedición. Finalmente todo quedó en un error mental del viajero en cuestión a la hora de hacer el cambio de divisa.

Continuamos con nuestro viaje, y llegamos hasta la frontera de Montenegro, en la cual hay un atasco bastante importante. Tras una larga espera, control de pasaportes y sello. Entramos en Montenegro por una carreta full cabra. Los paisajes que nos acompañan durante todo el camino por este país son sencillamente espectaculares.

Antes de llegar a Kotor, destino final del día, había marcada una parada intermedia Sveti Stefan. Tras bajar por una pendiente muy empinada llegamos a este destino. Buscando el mejor sitio para hacer una foto, descubrimos que, sin saber cómo hemos llegado hasta allí, estamos dentro de la casa particular de un montenegrino.

Por último nos dirigimos a Kotor, con 2 sorpresas más durante este trayecto. La primera muy desagradable, ya que un conductor de un descapotable decidió retratar el paisaje poniendo en peligro tanto su integridad como las de los que circulábamos de frente, grupo en el cual nos encontrábamos.

La segunda sorpresa fue más agradable. El mismo número de teléfono croata que había llamado en Tirana, volvió a llamar, indicándonos que nuestra reserva en Rooms Denis dentro de 2 días en Split estaba llena por overbooking. A cambio nos ofrece una mejor habitación y ubicación en el Hotel President de Split.

Finalmente ponemos fin a nuestra maratoniana etapa y llegamos a Kotor. Tras una breve espera a la puerta de nuestro alojamiento, D & Sons, llega el casero y nos enseña la casa que tenemos alquilada. Muy buena casa y a precio más que económico. Un acierto.

La gran atracción de esta ciudad es la subida a la fortaleza en la montaña que rodea la ciudad. Debido a la hora de llegada (bastante próxima a la puesta del sol), y a pesar del cansancio de una jornada muy intensa, los viajeros realizan una subida express al castillo poniendo a prueba su aguante físico. Una vez arriba, el esfuerzo ha merecido la pena sin ninguna duda. Las vistas son espectaculares.

Llega el momento de una cena más que merecida, el lugar elegido es una terraza que ofrece comida típica montenegrina. El menú elegido es ragu boka, gnoquis y mix de pescado. Delicioso todo y a un precio prácticamente irrisorio. Empieza a cautivarnos Montenegro y sus gentes. La cena finaliza con un chupito típico: rakija. Cabe destacar la gran cantidad de gatos que nos acompañan durante la cena, y que merodean por las calles de la ciudad.

Una vez recuperadas las fuerzas, y animados por las grandes vistas que brinda la ciudad, también a ras de suelo, se decide ir a tomar una cerveza al callejón Diagón, donde nos sorprende el volumen de la música y la presencia de una persona de gran tamaño, aparentemente de Don Benito, a quien finalmente le obsequiaríamos con una cartera extraviada.

La buena ubicación de este callejón, permite a alguno de los integrantes de la expedición, hacer una visita a la casa alquilada, ante la urgencia de una situación inesperada.

El bar cierra, y los viajeros continúan con ganas de saciar su sed. Al mismo tiempo, observan una familia con miembros de todas las edades, y aparentemente bajo los efectos del alcohol debido a la cantidad de besos y dinero repartido por los adultos a los más jóvenes. Ante nuestra sorpresa, uno de esos jóvenes es el famoso muñeco de Los Simpsons: Gabo.

Tras preguntar a varias personas autóctonas de Kotor, llegamos a la conclusión que la única opción a estas horas es la discoteca Maximum.

Pagamos la entrada, y entramos al recinto detrás de Gabo. Un grupo brinda un espectáculo de luces, sonidos y pirotecnia desde el escenario. El público entregado parece conocer todas y cada una de sus canciones, motivo por el cual llegamos a la certeza que ese grupo es “El canto del loco” montenegrino.

Tomamos nota de 2 palabras en montenegrino que figuran en el escenario, con el propósito de investigar más acerca del famosísimo grupo que estábamos viendo: “Sretan Rodendan”. Google translator nos devuelve a la realidad. Esas 2 palabras proyectadas significan “Feliz cumpleaños”.

Tras un breve diálogo con unos montenegrinos despechados debido a las calabazas recibidas, acerca de donde se debía dejar el tabaco, y tras beber alguna que otra cerveza y rakija de más decidimos regresar a casa.

De camino a casa algunos de los integrantes se cruzan con un sereno que pide calma y bajar el volumen de la voz. Los otros integrantes, brindan al llegar a casa unas buenas noches, que empiezan a ser una tradición. Con este ritual, los viajeros ponen fin a una jornada agotadora.

 

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