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Parte 4: Salerno – Alberobello – Bari (Martes, 25/07/2017)

Amanecimos descansados, no era para menos ya que estábamos en la casa de Señor. En el patio del Albergue/Convento disfrutamos de un agradable desayuno con música religiosa de fondo. Se trataba de un buffet, que aunque no muy variado, estaba bastante bien, y prácticamente exigimos en varias ocasiones que hicieran un refill de cafés o de croissants.

No tardó en salir a la palestra la historia del Okey, y los que no lo conocíamos ya deseábamos ir al parking a por el coche.
Pero no había prisa, teníamos tiempo de ver las zonas monumentales de Salerno. Así pues, con la visita a la catedral y al acueducto pusimos el “Check” a la ciudad.

Al parking a conocer a Okey. No nos costó mucho reconocerlo, aunque esta vez estaba más calmado, por fin pudimos ponerle cara en la genial historia.

Aunque el objetivo del día era llegar a Bari para coger el Ferry con destino a Albania, como teníamos tiempo de sobra pusimos rumbo a Alberobello.

Por el camino paramos en una estación de servicio donde pudimos disfrutar de unas Cocacolas calientes. No era nuestra intención, pero todas las bebidas estaban más bien templadas.

Según nos íbamos acercando a la ciudad íbamos divisando las curiosas construcciones que la caracterizan.

Aparcamos cerca del centro y como era la hora de comer, la primera tarea consistió en encontrar un restaurante para comer. La Trattoria Amatulli fue la elegida, por cercanía y por valoración en Trip Advisor. Disfrutamos de un buen menú a base de Pasta y carne regado con vino de la zona.

Con el estómago lleno hicimos la visita de la ciudad. Recorrimos el centro histórico formado por trullos de diferentes tamaños y formas.

Gracias a la Wikipedia descubrimos la curiosa historia de este tipo de construcciones. Al parecer en el siglo XVI esa zona era un feudo bajo el control de los condes de Conversano que empezó a poblarse por campesinos que iban a trabajar las tierras fértiles. Los condes autorizaron a los campesinos a construir sus casas a la piedra seca, es decir, sin cemento. Para así poder derruirlas en caso de inspección regia. Vamos, una estratagema para evitar pagar impuestos. Siguieron eludiendo el pago de impuestos con esta técnica hasta que en 1797 los campesinos fueron a contarle al rey Fernando I su precaria situación. Este emitió un decreto por el que la población quedó libre.

Acabamos la visita con cafés y helados en una heladería. Check y rumbo a Bari.

Nos habían dicho que teníamos que estar en el puerto listos para embarcar 3 horas antes de la salida del ferry. Nos parecía una exageración y una pérdida de tiempo, pero aunque escribimos a la compañía para confirmar esto, recibimos la misma información como respuesta.

Llegamos a Bari unas 4 horas antes de la salida del ferry y fuimos directos al puerto para hacer el check-in y confirmar la hora para presentarnos en el barco, ya que nuestra idea era dar una vuelta por Bari y comprar unas focaccias para cenar abordo.

Al llegar al parking del puerto los encargados de colocar los coches nos indicaron donde aparcar y al ver la matricula española del coche lo primero que nos preguntaban eran cosas de fútbol, que si Barça, Madrid, Messi, Cristiano… Hicimos el checkin y el hombre que nos atendió nos dijo que podíamos irnos a Bari y volver unas 2 horas antes de la salida del ferry. Perfecto, teníamos tiempo para nuestros planes.

Aparcamos cerca del centro. La zona no inspiraba mucha confianza y algunos cristales de ventanilla en el suelo nos confirmaron que podía no ser una zona muy segura para dejar el coche cargado con todos nuestros enseres. Como no íbamos muy sobrados de tiempo para buscar otro aparcamiento decimos hacer 2 comandos, uno vigilaría el coche y el otro haría la compra de la comida y la bebida.

El comando de la comida aprovechó el camino a la panadería que habíamos fichado para las focaccias para ver un poco la ciudad.

Ya de regreso al puerto nos hicieron meternos en el mismo parking que antes, pero ahora estaba mucho más lleno. Una fila enorme de coches se dirigía hacia el ferry mientras una multitud esperaba su turno en parking. Pusimos bien visible la tarjeta del check-in a ver si podíamos agilizar la espera. En esto que divisamos a uno de los encargados de organizar aquello, el mismo que nos indicó donde aparcar antes y con el que habíamos estado hablando de fútbol. Rápidamente nos reconoció y con un gesto inconfundible nos invitó a unirnos a la fila de coches que se dirigían al ferry. Perfecto, embarcamos en poco tiempo mientras el resto esperaba su turno.

Dejamos los bártulos en nuestros camarotes e inspeccionamos el barco, de origen Noruego como pudimos comprobar por algunos carteles antiguos.

Satisfechos con lo que vimos, era un barco más cómodo y acogedor que el de Roma, buscamos un sitio en la cubierta a resguardo de la lluvia para disfrutar de unas cervezas contemplando las tareas embarque del resto de vehículos.

En cuanto zarpamos, buscamos un salón donde poder hacer un nuevo homenaje al aclamado y célebre actor español Paco Martínez Soria y a películas como “La ciudad no es para mí”. Sacamos las focaccias, la navaja y la bebida y dimos buena cuenta de ellas.

Partida de cartas de sobremesa y al camarote a dormir.

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