Despertamos vivos y sin ningún naufragio.
Emprendimos poco a poco camino de la cubierta principal, donde descubrimos que la piscina ya estaba llena. Alguien lo había vaticinado. Aun así la impresión general era de no meterse en esa agua bajo ningún concepto.
Tras un suave desayuno con zumo “natural” nos dirigimos a la zona Spa, para deambular a la sombra.
El objetivo era ver el acercamiento y llegada a Cerdeña, donde se produjo un desembarco masivo de camiones.
Al pobre Rafa se le averió.
Una vez acabada la carga y descarga, emprendimos camino a cubierta para coger sitio en una mesa donde comer. De camino, a eso de las 13:30, empezaron a aparecer los primeros y temidos turbopacket.
Mientras tomábamos unas cervezas en la cubierta del ferry para combatir el sofocante calor, una figura espigada surgió de la piscina y se dirigió a nosotros. Se trataba ni más ni menos que de Pep Guardiola, ataviado únicamente con un turbo pilila azul oscuro. Con su aterciopelada voz, el profeta de Santpedor agradeció nuestra contribución al prusés en forma de los cientos de euros abonados en distintos peajes de Catalunya, asegurándonos que habíamos asegurado la compra de (al menos) un par de urnas. Gracias a nuestra aportación, la democracia y los valors estaban a salvo. (1)
Una vez reunidos todos en cubierta con predisposición de comer, abrimos nuestro el hornazo que había salido desde Salamanca con ese objetivo. La escena se produjo ante la mirada de un italiano con su gorra de Italia que miraba nuestro magnífico alimento con gestos de aprobación.
Saciado el apetito no había mucho más que hacer en el trayecto que nos separaba de Roma así que se amenizó con una partida las cartas, en concreto al “culo”, mientras nos deleitábamos con unas magníficas vistas a la piscina. No obstante no todo podía ser alegría ya que, ante tanto calor, nuestra preocupación fue en aumento al descubrir a nuestro amigo italiano con gorra llevaba una chaqueta… ¡Le va a dar algo! Esto no podía quedar impune y fue bautizado como “el panas”.
Aprovechamos el momento unos de los momentos en los que entraba la tarde para tomar unos cafés y, a eso de las 15:15, nos encontramos con que empieza a sonar música en la cafetería. Esto supuso un cambio radical en el concepto del viaje, aunque hubo división de opiniones: cayó alguna siesta por un lado y alguna copa por el otro.
Decidimos abandonar nuestro puesto en cubierta para intentar buscar algo más cómodo en el interior de la nave. La ausencia de humedad y calor era un magnífico avance nuestra confortabilidad y ante lo que tenía pinta a inminente llegada a la República Italiana nos fuimos turnando para ducharnos.
Durante estos momentos fue cuando anunciaron que estábamos llegando, que liberásemos los camarotes recogiendo las maletas y que no nos moviéramos de las zonas habilitadas para esperar. Vale, hay que hacer caso a todas las indicaciones. La última fue completamente ignorada y todo el mundo emprendió camino a las salidas y formándose un caos inmenso de marabunta de humanos en los pasillos. Aun así, para nuestro regocijo no tuvimos que esperar mucho y conseguimos desembarcar con poca espera.
Al salir del ferry nos esperaban los carabinieri dirigiéndose a nosotros en italiano. Tras hacerles entender que no comprendíamos de qué nos hablaban, todo se solventó con dos simples preguntas:
– ¿De dónde venís?
– España
– ¿A dónde vais?
– Roma
– Adelante
A pesar de la dificultad del cuestionario, habíamos conseguido superarlo con nota.
Emprendimos dirección a Roma. Era el momento de algún que otro single del grupo italiano Talco mientras nos dirigíamos hacia Roma, a la cual llegamos a través de alguna avenida con dudosa reputación nocturna y a través del mismísimo Coliseo, siguiendo rumbo a lo que sería nuestro alojamiento las dos próximas noches, el Hotel Chicago. En la dirección indicada nos esperaba nuestro anfitrión, con obvia ascendencia de la India, y nos llevó a otra edificación. Esto aparentemente parecía bastante ilegal, pero las estancias parecían decentes. Al fin y al cabo, teníamos dos habitaciones y no dos cubículos minúsculos. Además, nos llevarían el desayuno a la habitación.
Una vez instalados en las habitaciones fuimos a buscar alojamiento para el sexto viajero. Eso se resumió en media hora tirada buscando parking y conociendo las magníficas dotes de conducción de los capitalinos. Al final encontramos un parking cerrado no muy lejos de donde nos alojábamos.
El siguiente objetivo, ya que el hambre apremiaba, era cenar. Elegimos un sitio bastante al azar y por esa misma zona, aunque la calle directamente parecía un guetto de la ciudad. Nos tomamos unas porciones de pizza bastante normalitas con unos refrescos para cumplir con las necesidades.
Era entrada la noche y algo tarde, pero eso no importaba, había que empezar con las visitas culturales incluidas en nuestro planning. De esta forma tomamos el Metro rumbo a la plaza de España. Había que sentarse en esos escalones y por supuesto tomar algunas instantáneas.
No fue una tarea sencilla, debido a la cantidad ingente de turistas a pesar de las altas horas a las que nos encontrábamos. Por fin lo logramos, teníamos un hueco despejado frente a la fuente, y la cámara apoyada en su trípode comenzaba la cuenta atrás. De repente otra espigada figura surgió de la nada y se interpuso entre el objetivo de la cámara y nosotros. No nos lo podíamos creer… ¡Era él! Era el mismísimo… Pedro Sánchez. (2)
Mientras recorríamos las calles de Roma descubrimos un magnífico invento: refrigeración en terraza con difusor de agua y ventilador. Pero la visita a la ciudad seguía con rumbo a la Fontana de Trevi, que ante las luces de la noche lucía espectacular. Mientras que había alguna persona que se dedicaba a leer poesía mientras se tomaba un helado otros visitantes que se congregaban allí eran increpados por las autoridades en el momento que se apoyaban en la barandilla o intentaba tocar el agua.
El siguiente destino remarcable se trataba del Panteón. La foto se mostraba obligatoria, pero hubo un problema con una amable señora que se empeñaba en alargar su andanza entre nuestro objetivo y el majestuoso monumento. A pesar de los obstáculos cumplimos nuestro objetivo.
Mientras observamos la gran cantidad de fuentes que se encuentra a lo largo de toda la ciudad, nos dirigimos rumbo a Piazza Navona.
Para acabar nuestro particular recorrido nos dirigimos hacia la plaza Plaza Venecia donde se encuentra el Palazzo Venezia. A pesar de que aparentemente tiene mucha controversia, el llamado Altare della Patria luce imponente.
La vuelta al hotel se produjo en un Taxi, bueno… más bien fue un rally por la ciudad. Compramos unas botellas de agua en el 24 horas que teníamos en frente, realizamos el particular sorteo de DNI’s y a dormir.
(1) Nada de esto ha pasado. Sólo lo de las cervezas.
(2) Tampoco era él