Tirando Millas

Operación Northern Lights – Parte 2.1 Artic Landscapes (03/03/2017)

Este era el día en que la expedición de la operación Northern Lights tenía planeados dos circuitos turísticos. Uno, por la mañana, Arctic Landscapes, tenía como objetivo mostrar paisajes de la región de Tromsø, mientras que el segundo, por la tarde/noche, Aurora Hunt, que como su propio nombre indica llevaría a los miembros de la expedición a la caza de auroras boreales.

Debido al apretado esquema de actividades, y a que había que estar en la Oficina de Turismo de Tromsø a las 09.30 para comenzar con el primer tour, todos los miembros de la operación tenían toque de diana bastante temprano. Un comando de tres owls (búhos, para los de la LOGSE) hizo honor al nombre de la compañía con la que se harían los tours durante el día, madrugando aún más que el resto. El motivo, ir a recuperar al aeropuerto la maleta extraviada la tarde anterior y que, afortunadamente, según le confirmaron a su propietario a eso de las 07.00 los responsables del aeropuerto, ya se encontraba allí, localizada.

Sin embargo, este madrugón no conllevó un rápido desayuno para dos de los miembros del comando “recuperación de maleta”. Se junto que pernoctaban en la casa de 3 personas y que la otra casa, donde estaban todas las viandas, había sido cerrada con llave la noche anterior impidiendo el acceso a cualquier persona ajena. El problema no fue tan grave, pese al hambre, ya que la espera se hizo bastante llevadera haciendo unas fotos de las vistas en las proximidades de las cabañas.

Una vez el tercer miembro del comando se levantó y abrió la cabaña en cuestión, el siguiente paso fue desayunar. Desayuno estándar compuesto de café, zumo, tostadas y galletas para todos, siendo las galletas unas similares a las María, pero bastante desaboridas.

Durante los preparativos, y como ya se preveía la noche anterior, el hecho de tener una sola ducha en una cabaña donde se alojaban 8 personas iba a dar mucho que hablar, y no siempre positivamente. La situación se tornó algo delicada cuando, después de las 3 ó 4 primeras duchas, parecía que el baño había sufrido el paso de un tsunami. Mientras los últimos expedicionarios se duchaban, o más bien zambullían en el nuevo lago de la región de Tromsø, el comando maleta se adelantó camino del aeropuerto y recogió la maleta sin ningún tipo de contratiempo.

Eran un poco más de las 09.00 y había que ir a aparcar el coche antes de comenzar los tours. La elección fue dejar los 3 vehículos en un parking subterráneo, cuya dirección se había apuntado con anterioridad. Sin embargo, llegando a la ubicación había un pequeño inconveniente. ¡Ahí no había ningún parking! Menos mal que a la vuelta de la esquina apareció, como por arte de magia, el aparcamiento del hotel City Living. El coche del comando maleta entró sin preguntarse en un principio si eso era de uso exclusivo para clientes del hotel o no. Por suerte no lo era, y simplemente pagando unos cuantos NOKs se pudieron dejar los vehículos. La diversión llegaría a la hora de recogerlos ya que, según explicó la recepcionista del hotel, por la noche la puerta de acceso al parking estaría cerrada y sólo se podría acceder a través del hotel. Esto implicaba meter un código para abrir una puerta, entrar por el hotel, atravesar al lado de la lavandería y, por fin, llegar al coche.

Desde este parking, y con sólo unos minutos de margen, caminamos, unos con crampones, otros sin ellos, hacia la Oficina de Turismo donde nos esperaba la furgoneta de la compañía Wandering Owl. Llegamos, pues, muy ajustados de tiempo (incluso algunos minutos más tarde de las 09.30). Ese motivo fue el detonante de que, al no saber cuándo sería la primera parada para ir al baño, algunos decidieran hacer uso de los aseos de la Oficina de Turismo. Según algunos, este servicio era de pago. Mientras, el resto de la expedición tomaba asiento en la furgoneta. En la furgoneta ya se encontraban los otros turistas que habían contratado el tour, el conductor (argentino) y el guía (sudafricano). Este último nos avisó nada más entrar que había un ligero problema con una ventana de la parte izquierda del vehículo. ¡Estaba rota! Se había roto en uno de los viajes anteriores y al no haber tenido tiempo (o ganas, quién sabe) de cambiarla. Simplemente habían cubierto ese hueco con un plástico duro y puesto un aviso de “no apoyarse”. Evidentemente, durante ese viaje el asiento más cercano a la ventana sería ocupado por uno de los miembros de la expedición que había decidido ir a los aseos de la Oficina de Turismo.

Sin más dilación comenzó nuestra ruta ártica, saliendo de Tromsø por el “puente más alto de Europa” y adentrándonos en la isla de Kvaløya, la misma donde se encontraban nuestras cabañas en Larseng. Después de unos minutos de viaje escuchando las explicaciones de nuestro guía sobre temas tales como la demografía de la región, los estudios de “Pesca” de la Universidad de Tromsø, las actividades más comunes en estas regiones (pesca del bacalao, salmón) y decirnos que, según su opinión, íbamos a tener un día con un clima “chilly” (manda narices que estar a varios grados bajo sea sólo “fresquito” para un sudafricano), teníamos frente a nosotros los primeros fiordos y los primeros representantes de la fauna local, los renos.

Según nos explicó el guía todos los renos de la región tienen un dueño, normalmente de origen saami. Alguno de ellos, un anciano con barba larga y gruñón según los rumores extendidos por la región, es propietario de más de 1000 animales.

Las paradas del tour fueron más o menos del mismo tipo, bajándonos de la furgoneta para hacer fotos, como cualquier asiático estándar. La mayoría de estas paradas conllevaron sólo unos cuantos pasos hasta llegar al punto fotográfico de interés.

Una de las paradas que hicimos antes de comer sin embargo fue en Grøtfjord, que se trataba de una playa que tenía a lo sumo diez casas colindantes, además de unas vistas impresionantes.

Esta parada nos sirvió para abrir dos debates que amenizarían nuestro primer tour:

  1. ¿Qué narices hacen los habitantes (si es que los hay) de esas casas en su día a día?
  2. ¿Tenía una de las otras integrantes del tour algún problema motriz que la impedía desplazarse/caminar cual bípedo?

Aún no tenemos clara la respuesta al segundo debate, ya que la mujer tuvo problemas hasta para dar unos 10 pasos hasta llegar a un baño que se encontraba al lado de una de las casas de esta “aldea” nórdica. Sin embargo, las cábalas para el primer punto fueron varias y muy variopintas, yendo desde el lógico “aquí no puede vivir nadie” hasta otras teorías que omitiremos para no herir sensibilidades, ya que fueron catalogadas para mayores de 18.  

En cualquier caso, y sin que sirva de precedente, las nuestras no fueron las únicas mentes imaginativas del día, ya que nuestros guías creían que nuestro grupo se trataba de un equipo de algún tipo de deporte o, incluso, un grupo de bomberos. Nos vería de lo más atlético. Lógico.

Y así, casi sin darnos cuenta, llegamos a la siguiente parada, que se trataba de nuevo una playa, casi en frente de la anterior. En esta ocasión las montañas que la rodeaban eran incluso más impresionantes que la anterior. Afortunadamente, era donde nuestros guías habían decidido comer así que tuvimos todo el tiempo del mundo para hacer todas las fotografías que quisimos, escuchar historias sobre la vida de nuestro conductor argentino que trabajaba unos cuantos meses en Noruega para luego ir el resto del año a la Comunidad Valenciana e incluso algunos aventureros decidieron probar una pala/trineo que llevaba el guía en la nieve. La comida compuesta consistía en bocatas de humus y bebidas calientes. Nos sorprendió gratamente, sobre todo el chocolate caliente de arroz sin lactosa, lo cual nos ahorraría un problema que queríamos evitar a toda costa en en el viaje. Una vez realizamos las pertinentes fotografías, dándonos incluso tiempo a acordarnos de la familia más cercana de otros turistas que se interponían en la fotografía perfecta, y reposamos un poco la comida volvimos a la furgoneta para afrontar las dos últimas paradas del tour.

La primera era una colina/montaña donde llegamos con la furgoneta. Una vez fuera, subimos unas decenas de metros mientras nos hundíamos en el más de medio metro de nieve que había en las laderas. De esta forma, llegamos a un nuevo punto fotográfico, como denominan en estos tours, donde de nuevo tuvimos suficiente tiempo para hacer fotografías y escuchar alguna anécdota de los guías sobre otros tours que habían hecho y grupos de turistas que se habían encontrado a lo largo de sus años de experiencia.   

La segunda, y última antes de nuestro regreso a Tromsø, era un embarcadero en un lugar llamado Tromvik. Aprovechamos para hacernos alguna que otra foto, con los pintorescos paisajes, sus barcos y con sólo unas cuantas casas alrededor, en las cuales suponemos vivirían los pescadores, ya que en algunas de ellas estaban los pescados que habían capturado colgados en sus entradas. De estos pescados, el más habitual el skrie. Un pez parecido al bacalao. También vimos en la lejanía, a menos que el guía se estuviera tirando un triple, algún tipo de águila específico de estas regiones del planeta.

Sin más dilación y después de otra tanda de fotografías emprendimos nuestro camino de vuelta. Nos separaba una hora y media aproximadamente hasta Tromsø y, durante este trayecto, parte del grupo aprovechó para dormir una merecida siesta mientras otros prefirieron recordar tiempos de infancia en Salamanca.

Ya llegando a Tromsø, viendo que disponíamos de unas dos horas y media antes de comenzar el siguiente tour en el que nos pondríamos en busca de las Auroras Boreales, preguntamos a nuestro guía lugares donde se podría tomar un café o una cerveza a esas horas. Después de una rápida o incluso inexistente deliberación, decidimos probar el pub que tenía el mayor número de grifos de cerveza de la ciudad, el Ølhallen AS. Mientras una parte del comando iba al pub a coger sitio para los 11 viajeros, 4 integrantes del grupo se dirigieron a un supermercado a comprar víveres para el desayuno de la mañana siguiente y unas más que necesarias botellas de agua. De nuevo, la compra hizo reafirmarnos en lo caro que era todo en Noruega.

El pub en sí no era nada del otro mundo pero contaba con bastantes cañeros entre los que elegir, aunque, a decir verdad, el precio de las cervezas decidió por nosotros. La cerveza elegida sería una pinta de la casa por las que pagamos un “razonable” precio de unos 9-10 €. La más barata. Tal vez, lo pintoresco del lugar era el oso polar disecado que tenían en el establecimiento.

Una vez hidratados, y unos 10-15 minutos antes del inicio del siguiente tour, nos dirigimos de nuevo hacia la Oficina de Turismo.

Era el momento del siguiente tour: Aurora Hunt.

 

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