Tirando Millas

Etapa 18: San Francisco Parte 4 – Londres – Madrid (26/11/2016)

Llovía. Como no podía ser de otra manera, amanecía el día lluvioso y gris. Como si el tiempo, que tan propicio había sido con nosotros durante nuestra estancia, se sumara a la despedida. Fiel reflejo de nuestro estado de ánimo en el día que terminaba nuestro periplo por este maravilloso país. Pero todavía nos quedaban unas horas de disfrute en la ciudad de la bahía; las últimas horas en nuestra última parada.

Tras hacer como podíamos y por última vez nuestra maleta bajamos a desayunar a nuestro sitio favorito de desayunos en San Francisco, David’s Delicatessen. El menú, el ya habitual: huevos con salchichas o bacon junto con un par de tazas de café que amablemente nos rellenaban las camareras. Una vez saciados, el hotel nos dejó depositar nuestras maletas y mochilas en su consigna mientras nos marchábamos a dar una vuelta por la ciudad. Teníamos hasta las 5 de la tarde antes de partir hacia el aeropuerto.


Con la lluvia dando una tregua, nos dirigimos a apurar algunas compras en los establecimientos que todavía conservaban ofertas de Black Friday. Un breve paseo por las tiendas de los centros comerciales nos sirvió para adquirir los últimos suvenires y algo de ropa aprovechando los bajos precios. Ciertamente se notaba en la ciudad un ambiente de compras pre-navideñas; las tiendas estaban hasta arriba de gente y los establecimientos ofrecían descuentos bastante considerables.

Una vez reorganizados y con las compras hechas decidimos ir a visitar Castro, famoso barrio de San Francisco, centro de las reivindicaciones y de la cultura homosexual. Fuimos hasta la calle principal del barrio usando, por primera vez en esta ciudad, el metro. Dos cosas nos sorprendieron: que no tuvimos que pagar y las pequeñas dimensiones del mismo. Por algún motivo que nos entendimos las barreras estaban abiertas y la persona encargada de expedir los billetes nos invitó a pasar sin pagar el precio del billete.


Llegamos a Castro y paseamos por sus calles principales. Llamativos colores y casas bastante buenas pueblan las calles de este conocido barrio. Es un una zona acomodada de clase media-alta de la ciudad y se nota en sus construcciones y establecimientos. También nos llamaron la atención las placas en el suelo de activistas o personas relacionadas con el movimiento homosexual, entre ellas una dedicada al poeta español Federico García Lorca. Nuestra intención era visitar después Haight Ashbury, el distrito alternativo y hippie de San Francisco, pero la lluvia truncó nuestros planes. Así que, tras tomar algo en Castro, volvimos a coger el metro para retornar a nuestra zona. Diluviaba con fuerza cuando nos dirigimos a comer a un restaurante italiano que habíamos visto en nuestro anterior paseo por el barrio de nuestro hotel; nuestro barrio en San Francisco.


Los horarios nos volvieron a jugar una mala pasada ya que habíamos aparecido en el restaurante en ese incierto periodo de tiempo entre el almuerzo y la cena; las 2 y media de la tarde. Aun así, disponían de una reducida carta de comidas que nos sirvió para saciar nuestro apetito (aunque algún roadtrippero quedó insatisfecho). Con poco más que hacer y limitados por la incesante lluvia, decidimos tomar un café mientras esperábamos la hora de recoger las maletas para dirigirnos al aeropuerto. Aprovechamos la cercanía de un Starbucks y su conexión gratuita a internet para pasar los últimos minutos antes de marchar.

Una vez recogidas las maletas y gracias de nuevo a la cortesía del hotel, pudimos pesarlas. Tras algún disgusto, algún reajuste y la distribución de los 40 pantalones vaqueros de un roadtrippero entre todos los integrantes del viaje, estábamos listos para partir. Solicitamos un último Uber de amplias dimensiones para trasladarnos al aeropuerto de San Francisco. Cabizbajos y silenciosos nos encaminábamos al aeropuerto mientras la lluvia caía sobre la luna de nuestro Uber y el cielo estaba cada vez más gris y oscuro. Todo indicaba que nuestro viaje había acabado. Nadie hablaba; hasta el conductor se sumaba a nuestra silenciosa marcha sin decir una palabra, consciente de lo solemne del momento. Era difícil dejar atrás tantos días de viaje y el clima contribuía a crear esa atmósfera de nostalgia y tristeza.

Ya en el aeropuerto se sucedieron los clásicos trámites: facturación, puerta de seguridad, última cerveza y embarque. 10 horas de viaje nos esperaban hasta nuestro destino intermedio: Londres. Un vuelo más o menos plácido en un inmenso A380 (el avión comercial más grande del mundo) nos llevó a la capital inglesa. Esta vez nadie tuvo la suerte de viajar en primera clase y todos compartimos las incomodidades de la clase turista. Una vez en Londres nos tocó realizar un nuevo control de seguridad y una espera de algo más de una hora para embarcar en nuestro último vuelo con destino Madrid; fin de trayecto para casi todos.

Un último sorteo inesperado de DNIs nos esperaba en esta última parte del trayecto. Nuestro piloto particular gestionó que uno de nosotros estaría junto a él en la cabina para ver la aproximación y aterrizaje en Madrid. El afortunado pudo disfrutar de una experiencia maravillosa junto con las explicaciones tanto del comandante de Iberia como de nuestro piloto. Un lujo.


Madrid; despedida y fin. 23 días después de nuestro viaje de ida retornábamos cargados de cansancio, momentos inolvidables, experiencias, fotos y los recuerdos de un viaje que, aunque lo hemos intentado, no se puede describir con simples palabras. 23 días de risas, comidas, conciertos, conducción, carreteras interminables, tanques de café, hamburguesas, partidos de baloncesto… tantas cosas que es imposible resumir. Con los pertinentes abrazos de despedida y la promesa de juntar todas las fotos y terminar el relato en este blog nos despedimos y nos encaminamos cada uno a nuestra casa después de casi un mes de ausencia.

Había sido un road trip inolvidable.

 

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