Amaneció un nuevo día con el sonido de los despertadores, está vez no podíamos dormir lo que nos placiera, aunque la noche hubiera sido larga debíamos dejar el hotel a las 11:00.
Antes de partir y con el coche ya cargado fuimos a ver uno de los hoteles/casinos pendientes, el Venetian. Este hotel es una lujosa recreación de la ciudad de Venecia. En el exterior puedes admirar la plaza de San Marcos, con su torre del campanario, el puente de Rialto y una serie de canales con sus correspondientes góndolas.
El interior es puro lujo y la red de canales y calles venecianas se extiende por todo el complejo, junto con tiendas y restaurantes.
El objetivo del día era ver Death Valley y llegar a dormir a un pueblo a medio camino entre Death Valley y Sequoia National Park. Como iba a ser un sitio de pasada no habíamos reservado alojamiento, y aprovechamos el desayuno en el Venetian para buscar y reservar un motel en Ridgecrest. Con los deberes hechos nos lanzamos a la carretera.
Paisajes desérticos y largas rectas nos acompañaron todo el camino. Una parada para las fotos en la frontera entre Nevada y California y a seguir ruta, que caía la tarde y se nos iba la luz.
Como su nombre indica Death Valley es un valle que está ubicado entre el desierto de Mojave y el de Sonora, y tiene una depresión que alcanza los 86 m. por debajo del nivel del mar.
Lo primero que hicimos al llegar fue parar en el zabriskie point, un mirador impresionante donde admirar las curiosas formaciones y los caprichos de la madre naturaleza.
Con el sol en el horizonte seguimos la ruta por el parque. Según avanzábamos el GPS del coche nos indicaba la altura sobre el nivel del mar, llegando a los -78m.
Y ya casi de noche nos llamó la atención que varios coches estaban aparcados en la carretera y vimos que había grupos de gente en lo que parecía un lago de sal. Decidimos acercarnos para ver el final del atardecer, tratar de hacer algunas fotos y por qué no marcar el territorio.
El sol había caído así que no había mucho más que hacer por allí. Decidimos poner rumbo a Ridgecrest donde nos esperaba nuestro segundo motel.
Este último tramo de carretera se hizo aburrido y pesado. Al ser totalmente de noche no podíamos ver el paisaje que nos rodeaba, la carretera llena de curvas y el malestar de algún roadtripero fruto de la pasada noche de fiesta en Las Vegas, hacía necesario llevar una conducción lenta y relajada para evitar males mayores. Aquí nos saltó un conejo que despistado por las luces corría delante de nosotros sin dejarnos pasar, pudimos esquivarlo y continuar. Pero a los pocos kilómetros otro conejo saltó directo de la cuneta a una de las ruedas de la Pacífica, no fue rival para el neumático. Con el pesar en la conciencia del conductor y el malestar de la resaca, llegaríamos a nuestro destino final del día sobre las 8 de la tarde.
Para nuestra sorpresa descubrimos que en Ridgecrest se encuentra la estación naval de armas aéreas (Naval Air Weapons Station) China Lake. Ocupa una extensión 4500km2, tiene 3 pistas de aterrizaje y un espacio aéreo controlado de 51.000 km2, el 12% de todo el espacio aéreo de California. Y nosotros que pensábamos que íbamos a dormir en un pueblito del desierto.
El motel estaba regentado por una familia que hablaban español y entre la madre y el hijo nos hicieron el chek-in y nos proporcionaron detergente para lavar nuestra ropa. La vida nos dio, la ausencia de ropa limpia hacía que algunos se debatieran ya entre lavar la ropa a mano o ir en plan “comando” el resto de días.
Para terminar el día y mientras terminaba una de las múltiples lavadoras que pusimos, nos fuimos a un restaurante de pasta a saciar el hambre, que a esas horas y sin haber comido otra cosa que no fueran frutos secos y snacks desde el desayuno, ya nos estaba atormentando. Dimos buena cuenta de nuestros platos de pizza, ensaladas y sandwiches y marchamos de vuelta al motel en busca de nuestro merecido descanso.