Tirando Millas

Etapa 3: Chicago – New Orleans Parte 1 (08/11/2016)

Amanecimos con los deberes hechos, por lo que fuimos en Uber camino del aeropuerto tras hacerle la caja del mes a una de las tiendas de Nike que había en el barrio. 

El vuelo fue puntual y se hizo en poco más de 2 horas. En él disfrutamos con unos aperitivos gentileza de United. Aterrizamos en el aeropuerto de Nueva Orleans con un cielo nublado y con demasiada humedad, pero con muchas ganas de continuar la aventura. Esta vez, al llegar hubo menos problemas, sólo la contrariedad de encontrar el lugar donde nos iba a recoger el Uber.

El peculiar conductor que nos llevó del aeropuerto a nuestro hotel, era un argelino al cual le impactó nuestra procedencia a grito de “Spain Spain?”. Por lo visto, era un seguidor de nuestro fútbol y al ver nuestra procedencia lo primero que le interesó era si Real Madrid o Barcelona. 

Descargamos maletas en el Courtyard, un hotel que se encontraba no muy lejos del río Mississippi. En esta ocasión disponíamos de dos habitaciones, ambas con un par de camas queen size. Sería más cómodo que Chicago. Pero las matematicas no fallaban; otros dos tenían que compartir cama. Hicimos el correspondiente sorteo. Bueno, ya más bien era un ritual, con unas normas no escritas (de momento) que garantizarían la perfecta convivencia de los intrépidos viajeros.

Una vez establecidos, eran los estómagos los que necesitaban ser complacidos y nos dirigimos hacia lo que sería un sitio con sándwiches espectaculares. Estaba a un par de calles del hotel, no tenía pérdida. Con esas espectativas y caminando un ratillo llegamos al Cochon, un restaurante de comida cajún. 

Al llegar el momento de pedir, ante nuestra sorpresa, vimos que en la carta no había ningún sandwich. Algo fallaba, pero daba igual. El hambre necesitaba ser saciado y decidimos pedir una serie de raciones para compartir, entre la que destacaba en varios sentidos el fried alligator. La comida empezó a llegar a señal del First Round de la amable camarera. Y poco a poco fueron apareciendo más platos que terminaron devorados.

Tras la merienda-cena hicimos una parada en el hotel y posteriormente decidimos ir a tomar algo a un bar llamado The howlin’ wolf, que se encontraba al lado del hotel. Tras pedir unas birras recomendas por la camarera del local, uno de nuestros roadtrippers decidió que era buena idea dejar la tarjeta “open” para el pago.Y allí se quedó la tarjeta, abierta desde el principio hasta el final, bajo la custodia de los amables empleados del garito, que por algún motivo no decidieron usarla para planear sus vacaciones.
El sitio era bastante pintoresco. Contaba con espectáculos en directo y esa noche habría monólogo, pero no nos íbamos a quedar. Preguntamos qué podríamos hacer esa noche en Nueva Orleans y la recomendación fue un local llamado Maple Leaf Bar, en el que había un concierto de Rebirth Brass Band. Y ese sería el destino elegido. 

Caía un poco a desmano así que tiramos de Uber. Llegamos al local con bastante adelanto, así que decidimos ir a otro sitio antes del concierto a tomar algo de la zona mientras esperábamos. Todo muy NOLA.

Llegamos al concierto un poco antes del comienzo, previo pago de los 20 dólares la entrada en el Maple Leaf Bar. El sitio era un bar en una casa que no podía tener un aspecto más característico del lugar. 

El bar contaba con su barra y al lado la sala de conciertos. La calidad del ambiente y de la música rozaba la perfección. 

En el descanso del concierto el hambre volvió a apretar y uno de nuestros viajeros encontró un puesto de comida, en el que servía una simpática mujer.

Por cierto, era el día de las elecciones en Estados Unidos. Aquí nos enteramos, para sorpresa de todo el mundo, de que había ganado Donald Trump.

Al acabar el concierto, y tras una charla con gentes del local tocó vuelta al hotel. Nuestro primer día en Nueva Orleans había acabado.

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