Amanecimos con en nuestros bungalows con ganas de iniciar un nuevo día en Cuba y fuimos en oleadas a desayunar. El desayuno consistía en un buffet con no mucha variedad pero con un plato principal que nos preparaban a cada uno. Bastante correcto.
Tras ello nos dispusimos a realizar una visita a Trinidad, así que, al estar a las afueras, nos subimos a nuestros vehículos y nos dirigimos hacia allí.
Empezamos a callejear por sus calles adoquinadas para visitar algunos de los puntos de interés. Uno de los primeros destinos fue la Plaza Mayor. Al fondo se encontraba la Iglesia de la Santísima Trinidad, en cuyos aledaños había una calle con escaleras, en la que parecía que se congregaba la gente. Eso tenía pinta de ser una zona con Internet.
Continuamos nuestra ruta por las calles de Trinidad en dirección a una torre que se veía a lo lejos. Al llegar decidimos que era buena idea acceder a dicha torre y subir para ver las vistas que nos ofrecía. Además, se trataba del Museo Nacional de la Lucha Contra los Bandidos, en el que se encontraban mapas, armas y fotografías de los combates contra las bandas contrarrevolucionarias.
Seguimos callejeando por la zona y de camino nos íbamos encontrando con lugareños que nos preguntaban por la procedencia. Llegamos a uno de los puntos más curiosos del lugar: una plaza con tres cruces. En una de ellas además, había atada una cometa que surcaba los aires.
Emprendimos la vuelta con la intención de comer en un paladar que habíamos estado mirando, no sin antes aprovechar para realizar alguna que otra instantánea.
Al llegar al paladar, estaba cerrado por obras, así que deshicimos nuestros pasos y optamos por comer en un buffet restaurante al lado de la Plaza Mayor que habíamos visto por el camino.
Tras la comida nos dirigimos hacia un banco con intención de hacer un cambio de divisa. Por el camino nos encontramos con la Plaza Carillo, donde aprovecharon para esperar los viajeros que no tenían necesidades monetarias.
Era la hora de volver al hotel, para verificar que nuestra reserva estaba correcta por un lado y para ponernos los bañadores. Tocaba playa Ancón. Antes de la vuelta, algunos aprovechamos para la compra de recuerdos en los diversos puestos de venta que se encontraban por la calle.
Una vez preparados, emprendimos en nuestros coches camino a Playa Ancón con la incertidumbre del clima, ya que comenzó a llover. Por suerte, una vez allí, el tiempo nos respetó y volvió a aparecer el astro rey. De esta forma disfrutamos de un baño en otra espectacular playa interminable entre alguna birra y algún accidente en forma de codazo, que acabó con un huevo en la cabeza de uno de los integrantes de la muchachada.
Retornamos al hotel para asearnos y comprobamos que la reserva estaba correcta. Allí discutimos las alternativas que teníamos para lo que quedaba de día. Uno de los integrantes se ofreció a dar un par de viajes hasta Trinidad para cenar allí y que el resto pudiera disfrutar de algún refrigerio.
El lugar elegido para cenar era el Vista Gourmet. Un restaurante con una terraza en el que, mientras esperábamos, nos servían unas bebidas características de la casa. La cena se basó en lechón y langostas y tenía una zona de buffet aparte. No se podía pedir nada más.
Al acabar de cenar, nos acercamos a la zona de las escaleras en la que habíamos estado por la mañana. Estaba acordonado y había que pagar por entrar, así que pagamos la entrada correspondiente y disfrutamos de una copa con música en directo.
El día tocaba a su fin y Trinidad había cumplido con las expectativas. Nos dirigimos a casa, de nuevo en dos viajes, con el abatimiento de que el día siguiente emprendíamos la vuelta a España.