El día amaneció como todos en esta santa isla. Con resaca y un desayuno buffet abundante. Como dato más reseñable se puede destacar la búsqueda con cierta preocupación de Mr Danger de uno de los viajeros, debido al deplorable estado en que lo mandó a dormir la noche anterior.
Una vez llenado el buche, llegaba el momento de conocer un poco la isla después de 3 días. Para ello nos desplazariamos en taxi a Playa Sirena para buscar a la persona responsable de organizar dichas excursiones.
Tras una breve espera a la puerta de nuestro hotel, apareció nuestro taxi, una furgoneta para 8 personas. Dicho vehículo era capitaneado por Alberto, un carismático anciano cubano. Lo más destacado del viaje fue la magnífica banda sonora revolucionaria que nos acompañó durante todo el trayecto. Alberto al ver que coreábamos cada una de sus letras (¿como no corear “llegó el comandante y mandó a parar”?), no dudo en subir el volumen, mostrando claros signos de emoción.
Llegamos a Playa Sirena. Espectacular. Una playa que parecía el paraíso se mostraba ante nosotros. Pero no teníamos mucho tiempo para recrearnos de las vistas, ya que debíamos encontrar a la persona encargada de las excursiones, y cerrarla cuanto antes, ya que no era primera hora de la mañana precisamente.
Una vez encontrada la persona de contacto que nos dieron desde la agencia de viajes del hotel, cerramos el precio de la excursión, no sin alguna protesta antes por parte del tratante, ya que nos informaba que el precio recomendado por el hotel era muy bajo.
Nos informó que tendríamos que esperar ya que la barca con la que contaba, estaba ocupada por otra excursión. Un momento inmejorable para refrescar el gaznate y tomar unas cervezas.
Por fin llegó la barca, y pudimos comenzar la excursión. La primera parada nos llevó a hacer snorkel en una zona de corales. La verdad que gustó bastante y pudimos ver mucha variedad de peces y formas de vida marinas.
La siguiente parada fue para ver estrellas marinas, las cuales fuimos avisados que se podían tocar y sacar del agua sin problemas, pero durante pocos segundos. Nos hicimos todo tipo de retratos con ellas, dejando a nuestra marcha una de ellas flotando de una forma bastante extraña.
Durante el siguiente trayecto se nos informó que la barca que estábamos utilizando para 8 personas tendría que ser usada para otra excursión, por lo que si no nos importaba, seríamos llevados de vuelta en motos acuáticas de 2 en 2. Se aceptó de muy buen grado este ofrecimiento.
La última parada fue en la isla de las iguanas. Nada más llegar, multitud de estos animales nos estaban esperando en la playa. Tras la algarabía inicial al ver tantos bichos de todos los tamaños, vimos acercarse por el horizonte a otro tipo de criaturas de mayor tamaño y menos agradables a la vista. Un barco de hombres mayores nudistas había atracado a cierta distancia nuestra, pero en una escena más propia de The walking dead, venían con ritmo cansino pero inexorable y decidido hacia nosotros.
Llegaba el momento de abandonar la isla a la mayor brevedad posible, pero solo los primeros podrían escapar de este lamentable espectáculo. Al final íbamos a echar en falta nuestra barcaza. Se hicieron parejas teniendo muy en cuenta que había que compensar el peso y se fue abandonando ordenadamente la isla.
Nos fuimos reuniendo en playa paraíso, donde otro espectáculo nudista soviet, mucho más agradable nos estaba esperando.
Últimas fotos en otra playa digna de película, y vuelta al hotel con Alberto, que en esta ocasión directamente atendía nuestras peticiones musicales.
La llegada al hotel fue un baño de multitudes, a cada paso, personal del hotel nos saludaba y celebraba nuestra vuelta. Sin duda nos habíamos ganado el cariño de todos ellos.
Debido a la tardía hora de llegada el hambre apremiaba mucho, por lo que nos dirigimos al bar de la piscina dispuestos a terminar con las existencias de perritos, hamburguesas y sobre todo… cerveza y ron.
La tarde pasó sin mucha más novedad que las anteriores, piscina, mojito, cubata, hombres chupandose, etc- Lo típico en Cayo Largo…
Llegó la hora de la cena, e hicimos uso de nuestra reserva en el restaurante más top del complejo hotelero. La cena fue de más calidad que el buffet al que estábamos acostumbrados, aunque lamentablemente no disponían de todas las opciones que ofrecían en la carta.
El cansancio de 3 días de piscina y pulserita empezaban a hacer mella, pero 2 integrantes de la expedición no se resignaban a pasar la última noche tranquilos en el bar de los muchachos, por lo que hicieron una visita la discoteca del complejo. Tras un breve vistazo, informaron al resto del grupo que a pesar que no era la fiesta padre, el ambiente era bastante más animado, por lo que toda la comitiva se desplazó a la discoteca. Nada bueno se podía presagiar de este inocente movimiento.
De repente la fiesta comenzó a animarse, y se organizó un concurso de baile entre los animadores del hotel. El público con sus gritos era el encargado de decidir quienes iban avanzando hacía la gran final.
Gracias a este curioso método de votación, comprobamos con gran orgullo cómo llegaron hasta la final todos los miembros del personal con los cuales habíamos entablado cierta amistad, excepto una chica a la cual no habíamos visto hasta entonces. ¿Casualidad?
Tras este subidón, no se contemplaba la retirada a las habitaciones, por lo que animados por nuestros amigos cubanos, nos ofrecieron ir con ellos a La Marina, el pueblo en el cual se juntan por la noche todos los animadores de los hoteles de la isla, y se monta una gran fiesta.
La fiesta estuvo muy animada y repleta de bailes y conversaciones muy interesantes con los autóctonos (y autóctonas xD) del pueblo cubano. El grupo se fue reduciendo en número, pero un núcleo importante de él aguantaba cada vez más entusiasmado.
Desgraciadamente estos últimos supervivientes tuvieron que cortar la fiesta antes de lo esperado ya que el último autobús al hotel partía, y al día siguiente teníamos un avión a primera hora. No podíamos liarnos más. O cogíamos ese autobús o el vuelo que nos devolvería a la Habana. La decisión estaba clara.
Llegaba el momento de la despedida de Cayo Largo, pero… ¿Cómo no despedirnos de Mr Danger? Tal y como le prometimos, nos personamos en el bar 24h dispuestos a tomar la última copa y despedirnos de él.
De repente irrumpieron en la escena 2 chicas canadienses y lo que iba a ser una última copa y a dormir escasas horas, se complicó bastante. A partir de aquí los involucrados prefieren no dar más detalles de lo que se vivió esa noche en el hotel Sol de Cayo Largo.
Dicen las malas lenguas que hubo grandes dosis de violencia, botellas de ron vacías, visitas sorpresa a habitaciones, y un traductor.