Todo comenzó una noche de verano, en búsqueda de un nuevo destino vacacional. Mientras se daba buena cuenta de unas pizzas y se barajaban destinos, alguien se percató que era el décimo aniversario del último viaje grupal al Caribe, y un viaje a Cuba podía ser un buen recordatorio. Dicho y hecho. Entusiasmo generalizado, y ritual de firma de servilleta. Esto ya iba en serio, una firma en una servilleta es algo vinculante, y suficiente para comenzar una nueva aventura.
Durante los siguientes meses el número de firmas de la servilleta iba aumentando, aunque lamentablemente, no todos con el mismo nivel de compromiso. Finalmente, el número total de viajeros quedó en 8.
Los meses previos, como viene siendo habitual, se comenzó con los preparativos y reservas. Esta vez fue un trabajo bastante menos laborioso, ya que contamos con la ayuda de nuestros amigos de Vive Viaje. Un éxito, teníamos todo listo con bastante antelación.
Pero como siempre, las cosas no son tan sencillas como parece. El huracán Irma irrumpe con gran violencia en los países caribeños, haciendo acto de presencia en Cuba. La isla de Cayo Coco había sido la elegida para un poco de “relax”, playa y pulserita los últimos días de viaje, pero había quedado destrozada. Teníamos que buscar una alternativa y modificar todo el itinerario.
Finalmente, y con todo re-organizado, llegó el esperado día. Los 8 viajeros se fueron reuniendo en el aeropuerto de Barajas con muchas ganas de empezar la aventura. Tras un momento de incertidumbre, en el cual una azafata nos comentó que no todos los pasajeros podrían montar en el avión debido a que había overbooking, realizamos las correspondientes facturaciones y montamos en el avión.
El viaje, pese a la duración, fue bastante entretenido ya que el avión contaba con una gran variedad de películas y juegos, con los cuales podíamos picarnos y pasar las horas.
Por fin llegamos a la Habana, y tras una espera, no tan larga como la esperada por las maletas, y el sellado del visado, nos encontramos con el conductor de autobús que nos estaba esperando para llevarnos hacia nuestro alojamiento en pleno Malecón, el hotel Deauville.
El hotel, aunque bastante viejo, era más que suficiente para nuestras necesidades. Buena ubicación, camas amplias y buenas vistas de la ciudad de la Habana. Llegó el momento de completar otro ritual. El sorteo de habitaciones. Debido a las peculiaridades de los 8 intrépidos viajeros, es imaginable que nadie quedó conforme con su compañero de habitación, pero todos lo aceptamos de buen grado
Era ya la media noche, y al día siguiente tendríamos que madrugar para ver la ciudad, pero… ¿cómo quedarse en casa? Se decidió que sería un gran plan dar un paseo por el malecón, que lo teníamos justo en la puerta del hotel, y conseguir unas cervezas para tomar en la orilla, tal y como estaba haciendo media ciudad de la Habana. El no tener CUCs (moneda cubana convertible para los turistas) sería un problema para los nosotros del futuro.
Tras un breve paseo por la orilla del Malecón nos percatamos que por ese camino no íbamos a encontrar ningún bar o tienda abierta, por lo que retrocedimos hasta el hotel para encontrar algo por la calle principal que llevaba hasta la Habana Vieja, bastante más animada a esas horas.
No habíamos recorrido ni 50 metros, cuando se nos acerca un chico llamado Ariel, dándonos todo tipo de facilidades para conseguir lograr nuestros objetivos. Es más, ¿por qué tomar cervezas cuando podemos debutar tomando un buen ron cubano? ¿No tenemos CUCs? ¡¡Ningún problema!! Él nos consigue bebida con euros. Ante la falta de alternativas por ser unos recién llegados, ponemos nuestra diversión en sus manos. ¿Conseguirá sorprendernos?
Su primera gestión fue ir a buscar a su primo Carlos, que, acompañado de su hijo, promete encontrarnos alcohol y protección para que ningún cubano más se aproveche de nuestra condición de extranjeros e intente que compartamos nuestra bebida con él.
El primer objetivo lo consigue con cierta facilidad. Sube a casa de unos amigos y tras unos minutos (y una disculpa por la tardanza, alegando unos motivos un tanto inverosímiles…) aparece con una botella de brandy italiano. Le hacemos entender que, ya que estamos allí, queremos ron cubano. Tras otra breve visita a casa de los amigos, objetivo cumplido.
¿Sería capaz de cumplir también su segundo objetivo? ¿Podríamos beber nuestra botella tranquilamente sin ser molestados, tal como nos había avisado?
Comienza la noche de “Los 12 de Carlos”. A continuación, se adjunta una breve descripción de las 13 personas que tuvieron a bien compartir su noche y nuestra bebida:
- Ariel: Fue el primero que captó nuestra atención. Un muchacho simpático, y a posteriori, nos daríamos cuenta que la única persona normal del grupo.
- Carlos: Sin ningún tipo de duda, el auténtico líder del grupo. Músico cubano, que en los próximos meses estaría de gira por España contratado por la SGAE. Se convierte en la persona encargada de conseguirnos bebida.
Nos ofrece una fiesta al día siguiente en su casa, con 1 botella y 1 kilo de carne por cabeza, y la animación a cargo de su abuela bailando.
Su objetivo en la vida es brindar la mejor educación a su hijo. Tras comprobar con la gente que le junta, dudamos mucho que esté en el camino correcto.
- El hijo de Carlos: Un chico tímido, que, a pesar de los intentos de su padre por darle una buena educación, sólo se ve rodeado de borrachos, embaucadores y trileros.
- Media-oreja: Hombre de pocas palabras, pero de mucha acción. Es el brazo ejecutor de Carlos, se limita a escuchar, asentir, y mirar amenazantemente a cualquier situación que ocurre a su alrededor. Le damos el mote de media-oreja debido a que le falta una parte importante del pabellón auditivo. Llegamos a la conclusión que esa pérdida se produjo en una pelea con bates de baseball.
- Ernesto: Más conocido como el negro de “reactival”. Amigo de Carlos que disfruta de su tercer permiso en la cárcel. Se demuestra que es una persona violenta, y muy preocupado por sacar el máximo dinero y bebida a los turistas.
- Juanita: Señora cubana en sus 50 y pico años. De muy buen beber y con la única preocupación de enseñar sus senos para el regocijo general. Intenta intimar con alguno de los integrantes del viaje, evidentemente, con muy poco éxito.
- “El del metro de Madrid”: Un hombre que hace aparición únicamente para mostrarnos sus amplios conocimientos sobre la geografía española, y más en concreto del metro de Madrid. No hay estación que no conozca el número de línea al que pertenece.
8 y 9. Los multirritmo: 2 chavales de muy mal aspecto (uno de ellos con toda la dentadura de oro), pero la mejor gente de la noche. No tienen más preocupación que la de entretener a los allí presentes con su rap y su beatbox. Nos hacen partícipes pidiéndonos temas de actualidad para demostrarnos su destreza.
10, 11 y 12. Tres chicas jóvenes que aparecen de la nada y desaparecen enfadadas de la escena en repetidas ocasiones. Albergamos serias dudas sobre su mayoría de edad.
- “El del cagadero en el piso de arriba”: Un vecino de la zona, que se nos acercó con el simple objetivo de contarnos orgulloso las obras que había hecho en su domicilio, y las ventajas y desventajas.
Tras interactuar con toda esta gente durante horas (muchas más de las que esperábamos en un inicio) y muchos paseos en busca de más bebida para “reactival” (al final se bebió hasta el brandy italiano), sólo se puede calificar la noche de una forma “espectacular”.
Una gran forma de iniciar el viaje.