Tirando Millas

Etapa 2: Chicago Parte 3 (07/11/2016)

Amaneció nuestro tercer día en Chicago. Los dormilones preguntaban sobre el increíble evento que se habían perdido.

Esta vez el hombreducha no fue el que nos retrasó ya que, en realidad, todas las duchas estaban ocupadas y la gente daba vueltas por todo el hotel buscando un baño libre.

La hora del desayuno deparó alguna que otra sorpresa: la sala estaba llena de gente alta, rubia y extremadamente trajeada mientras Bob Esponja estaba presente en la televisión, una escena rara. Unos decían que se trataban de testigos de Jeová, otros que sería algún tipo de convención… Fuera lo que fuese, los triples se lanzaban a ciegas, y la duda quedó ahí. Who knows.

Cogimos el metro en dirección a la Torre Willis, también conocida como ‘the Skydeck’. El día anterior no pudimos subir a ella debido a la competición, así que planeamos empezar nuestra etapa así.

El precio por subir es de 22$ per cápita, y allí estábamos haciendo cola antes de que abriesen las puertas a las 10 de la mañana. Unos ánsias.

El ascensor alcanza una velocidad de 488 metros por minuto, el segundo más rápido del mundo, y el rascacielos tiene una altura de 443 metros sin contar las dos grandes antenas que lo coronan. Un vídeo explicatorio nos anunciaba qué alturas ibamos alcanzando en nuestra ascensión: al principio la altura de una jirafa, luego el Taj Majal, estatua de la libertad, pirámides de egipto y Torre Eifel, entre otros, hasta llegar al tope.

Las vistas de día eran alucinantes. Contemplamos el lago Michigan bañando toda la costa de Chicago junto con los imponentes rascacielos vistos desde arriba, aunque desde nuestra altura ya no imponían tanto.

Este rascacielos tiene un atractivo especial ya que cuenta con unos balcones cuyo techo, suelo y paredes son enteramente de cristal, y están situados en un saliente de al menos un metro de distancia. Una docena de personas hacían cola para disfrutar de la sensación de “caminar por el aire”, y por supuesto entre ellos, nosotros.

Nos las arreglamos para acaparar todo el balcón y estuvimos un buen rato haciendo el tonto mientras nos echábamos fotos.

Una vez que nuestra presencia catársica fue registrada por nuestros teléfonos móviles, Gopro, Xiaomi, cámaras compactas, cámaras Reflex y muy probablemente cámaras de seguridad, decidimos salir de la torre y poner rumbo a la torre Trump, donde nos recogería un barco y daríamos un rico paseo por el río Illinois y por el lago Michigan. 

De camino al punto de recogida aprovechamos para caminar por la calle State st. y visitar la tienda de Michael Jordan y el Outlet T.J. Maxx, donde compramos cinturones y carteras de marcas selectas a precios reducidos. Podríamos haber comprado una maleta también para sustituir a la destruida en el vuelo, pero la cinta adhesiva americana seguía cumpliendo su función.

El barco son 35$, dispone de dos cubiertas, una superior y otra inferior, y un bar. El aforo podría ser de unas 100 personas, y un guía explicaba curiosidades de la arquitectura y de la ciudad. Nosotros, con cerveza NO IPA en mano, disfrutábamos del viaje y del agua. Muy recomendable. A alguno casi le da algo al descubrir la tienda oficial de Boeing.

Habían pasado varias horas desde que comimos en el hotel, asi que buscamos el segundo restaurante que teníamos en el punto de mira. Nuevamente DeepPizza, pero esta vez de la mano de la cadena Lou Malnati’s.

Sencillamente brutal. Esta vez no quedamos tan saciados en cuanto a cantidad, pero la calidad de la pizza era impresionante. El queso era muy sabroso y contundente. Se fundía con el tomate natural sobre una base de masa crujiente. Le otorgamos instantaneamente un sobresaliente.

El tiempo se nos echaba encima ya que teníamos que ver un partido de la Nba y no iba a verse solo. 

El Uber nos acercó lo mas rápido que pudo al estadio United Center de los Chicago Bulls, teníamos que ver la estatua de Michael Jordan y uno a uno los 3.000 artículos de las 300 tiendas que poblaban el interior del estadio. 

Lamentablemente, dos cosas salieron mal: la estatua del legendario estaba inaccesible debido a unas obras inoportunas, y para colmo de males, nos requisaron el palo de selfie por ser considerado un arma. Junto con esta bienvenida, nos hicieron entrega de unos tickets cuyo fin os explicaremos más adelante.

Tras acomodarnos con cerveza en mano, aguardábamos el comienzo.
20 soldados desplegaron una bandera estadounidense del tamaño del campo de juego y una militar con dulce voz se arrancó a cantar el himno estadounidense. Todo el mundo guardaba silencio absoluto a los acontecimientos, y respondian con gritos de ánimos y de emoción tras la finalización del cante. El patroitismo es exagerado. Creednos, impresiona.

Una serie se cinemáticas y coreografías épicas secundaron al himno. Las 30 pantallas de 750 pulgadas repartidas por el pabellón proyectaban imágenes de los jugadores y fuego mientras la mascota alzaba una bandera de un tamaño descomunal del equipo. Todo el mundo aplaudía y animaba clamando a los bulls. 

Celebrábamos cada punto que anotaba el equipo local, y comentábamos las jugadas en cada descanso.Mientras, los parroquianos se atiborraban de comida rápida.

Al finalizar la primera mitad del juego, la gente enloqueció cuando se empezó a proyectar un vídeo de una carrera entre unos muñecos de animación que representaban un batido, un bagel y un café. Cada personaje corria por un carril y la gente animaba como si se tratase de los Juegos Olímpicos. ¿ Que co****es estaba pasando? Decir que ganó el donuts, y varios cientos de personas saltaban de alegría. Imaginad nuestro desconcierto.

¿Recordáis el ticket que nos dieron al principio? En él habia varias ofertas,y entre ellas, estaba uno de los personajes que corrían la carrera junto xon un texto explicatorio que decía: “si en la mitad del partido este personaje gana la carrera, te llevas un producto de DunkinDonuts gratis”. ¡Todo el mundo gritaba animando a su personaje! 

Entre las distintas ofertas del ticket, aparecia una en la que decía que si los Chicago Bulls anotaban más de 100 puntos, ganabas una hamburguesa del Macdonals gratis. 

Concluir diciendo que el partido quedó 112-80, y nuevamente el estadio estalló al alcanzar los 100 puntos. Todos querian su hamburguesa gratis.

Tras alucinar con todo lo acontecido, volvimos al barrio para comer un bol de fideos chinos. El caldo de uno de ellos picaba en exceso, pero el que se lo bebió se bebe hasta el agua de los jarrones. Otro se dejó el plato entero… Haber perdido la carrera del DunkinDonuts le habia cortado el cuerpo. 

Intentamos volver al pub de la música en directo, pero por desgracia, no había trompetistas para amenizarnos… Así que dimos una vuelta, compramos algo de fruta en un badulake y nos fuimos a dormir.

Chicago había cumplido sobradamente nuestras expectativas.

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