Tirando Millas

Etapa 5: Trinidad – Santa Clara – La Habana – Madrid (11/11/2017)

Nos despertamos en el que sería nuestro último día en Cuba. El viaje tocaba a su fin, pero aún quedaba un día por delante con excursión a Santa Clara incluida. No queríamos apurar mucho el tiempo para llegar al aeropuerto debido a lo que habíamos visto relativo al funcionamiento del país y las carreteras. No sabíamos el tiempo que nos llevaría cruzar la isla pasando por Santa Clara hasta llegar al aeropuerto José Martí así que mejor no arriesgar.

Tras coger fuerzas con el desayuno en nuestro alojamiento de Trinidad emprendimos el viaje con los maleteros cargados y a tope de fuerzas. Por fin habíamos descansado desde que llegamos a la isla y eso se notaba. Ante nosotros la tarea de cruzar la sierra para llegar a Santa Clara, el tiempo no parecía muy propicio ya que anunciaban lluvias.

Según subíamos la sierra ya nos fuimos dando cuenta de que la carretera no iba a ser cómoda ni estaba en las mejores condiciones; pero de momento era transitable a una velocidad decente. Nuestra primera parada fue el mirador Topes de Collantes que nos ofrecía una preciosa vista de Trinidad y la sierra. Una parada obligatoria en nuestro viaje sin lugar a dudas.

Tras las pertinentes fotos continuamos nuestro camino bajo la lluvia. Ahora sí, empezaba una de las peores carreteras por dónde jamás habíamos transitado. Agujeros en la calzada, tramos sin asfalto por unos caminos que más parecían de cabras que para coches. Los kilómetros no avanzaban y el tiempo sí, habíamos hecho bien en ser previsores.

Horas después y con solo unos 100 kilómetros realizados llegábamos a nuestra parada del día y última visita en la isla: Santa Clara. Concretamente al mastodóntico mausoleo que habían erigido a la memoria del Che. Las proporciones eran bastante ridículas y todo era inmenso en ese espacio de terreno. Realizamos algunas fotos y vimos lo que pudimos bajo una intensa lluvia antes de seguir nuestro viaje, no tenía sentido demorar más.

Decidimos entrar en Santa Clara para repostar gasolina y encontrar dónde comer algo rápido antes de seguir nuestro viaje al aeropuerto. En la primera gasolinera no tuvimos éxito y tras un cruce de carreteras algo complicado los dos vehículos se separaron. ¿Cómo encontrarnos? Unos amables cubanos en bicicleta aparecieron para ayudarnos, organizaron rápidamente una búsqueda del otro vehículo y nos consiguieron juntar al cabo de poco tiempo. También, nos escoltaron hasta la siguiente gasolinera dónde esta vez sí, pudimos repostar.

En la gasolinera otro amable ciudadano nos dijo que le siguiéramos si queríamos comer una buena hamburguesa y barata, así que no lo dudamos. Nos condujo a un barrio de dudosa calidad, pero allí pudimos degustar una hamburguesa bastante decente en un “McDonalds” local. El hombre nos acompañó comiendo y no quiso que le diéramos más propina que la invitación a una hamburguesa.

Estómago lleno, vehículo lleno, era hora de continuar nuestro viaje hacia el aeropuerto de La Habana. Esta vez íbamos a circular por la autovía así que el viaje fue más tranquilo, sólo había que estar atentos a los múltiples baches y agujeros en la calzada. Todo transcurría con normalidad hasta que una agente dio el alto al primero de los coches y, posteriormente, al segundo. Parece que, según nos indicaban, su radar había saltado y habíamos cruzado un arco de control a más velocidad de la permitida y nos iban a multar. Nosotros intentamos explicar que estábamos reduciendo y no creíamos que fuéramos a la velocidad que nos decía. Finalmente, tras llevarse el pasaporte y el papel del alquiler del coche, nos indicó que no había multa y que continuáramos nuestro camino hacia el aeropuerto. Bastante curioso todo.

Finalmente, tras la odisea del viaje llegábamos al aeropuerto y nos dirigimos a abandonar nuestros vehículos. A pesar de nuestras quejas del estado del mismo, de la tardanza en la entrega y demás percances la compañía se empeñó en cobrar más de la cuenta por devolverlos más tarde. Pusimos la pertinente queja y abonamos la cuantía correspondiente.

Nuestra previsión hizo que tuviéramos bastante tiempo por delante en el aeropuerto así que, entre compras, tráfico de dinero y de monedas y unas últimas cervezas locales llegó la hora de embarcar. A destacar, una retención de un integrante del grupo y un extravío de un pasaporte en el baño, que se saldó sin mayor inconveniente para la tranquilidad de su dueño.

10 horas de viaje, la mayor parte del tiempo durmiendo para aterrizar en Madrid. La vuelta a la realidad, atrás quedaba una experiencia inolvidable, un viaje lleno de momentos épicos para el recuerdo, una vista a una isla, sin lugar a dudas, única en el mundo. Quizás algo más conscientes de la realidad cubana, de sus gentes, de su belleza, de sus defectos, de sus increíbles playas, de su forma de entender la vida y de sus maravillosas ciudades. Un viaje que sin lugar a dudas había merecido la pena.

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