Tirando Millas

Parte 3: Noche en Tel Aviv (27/07/2018)

Después de un breve y merecido descanso, la comitiva estaba lista para conocer el afamado ambiente nocturno de Tel Aviv. Esta noche la novedad era que saldríamos junto con toda la tripulación del vuelo que nos llevaría de vuelta a Madrid.

Poco a poco nos fuimos juntando en la recepción del hotel, pero faltaba un integrante, ya que se había adelantado al resto y ya se encontraba en la ciudad vieja de Tel Aviv, que fue el lugar elegido para cenar. Por tanto, para no hacerle esperar solo demasiado tiempo nos apresuramos a pedir un par de taxis. Fuimos informados que llegarían “in a few minutes”. Estupendo! En pocos minutos podremos reunirnos todo el equipo y cenar.

Pero los minutos pasaban y nadie venía por nosotros, por lo que se volvió a preguntar en la recepción por los esperados taxis. “In a few minutes” volvió a ser la ambigua respuesta. Mientras esperábamos a la puerta del hotel vimos pasar una furgoneta para 8 personas, y ante la ausencia de nuestros taxis, no dudamos en pararla. Tras una breve negociación por fin teníamos transporte.

En pocos minutos ya estábamos en nuestro destino, por lo que nos juntamos con el último integrante de la expedición de esta noche. Tras un breve paseo en el que nos mostró los restaurantes de la zona, se eligió una terraza para cenar.

La cena fue un éxito, comida de mucha calidad acompañada de una generosa cantidad de cerveza y a un precio asequible teniendo en cuenta los elevados precios pagados la noche anterior para cenar. Durante la cena tuvieron lugar conversaciones y confesiones realmente interesantes, que de vez en cuando eran cortadas por excursiones para observar el fenómeno conocido como luna de sangre, que se estaba produciendo en ese mismo instante sobre nuestras cabezas.

Con los estómagos llenos y la euforia disparada comenzamos el traslado al bar Sputnik, lugar que el día anterior ya nos quedamos con ganas de entrar. Tal como sucedió el día anterior, una larga cola de gente esperaba a la puerta. De repente un miembro de la expedición confesó que conocía una entrada alternativa, pero tendríamos que separarnos para pasar desapercibidos.

De repente nos encontrábamos dentro de una especie de albergue de baja calidad, que tras su mesa de recepción contaba con una puerta de madera que conducía al interior del bar. ¿Cómo había descubierto eso? No quiso aclarar esta pregunta, pero su descubrimiento nos vino al pelo, y a los pocos minutos estábamos todos dentro del bar.

Era un bar un tanto extraño, con una sala grande con mesitas y música tranquila. De aquí salían un puñado de salas oscuras y muy pequeñas, separadas entre sí por cortinones de cabaret negros, y música bastante más animada que la sala principal.

La primera ronda se tomó en la sala grande ya que ahí aún se podía conversar algo.

Tras esta ronda, nos adentramos en las catacumbas del Sputnik, en las salas oscuras, en el mismísimo barro de Tel Aviv. Con este inocente movimiento comenzó una autentica oda al alcohol, lo cual dificulta mucho el poder plasmar lo que pasó en el interior de aquel bar.

Bailes espectaculares, caras sonrientes y párpados muy bajos son los recuerdos más claros que guardamos.

Tras varias horas en este bar llegaba la hora de cambiar de lugar. El lugar elegido fue el Alphabet, ya que a esas horas parecía ser el único sitio abierto en la ciudad. Por el camino, más bailes y cánticos  juntos a unos amigos israelíes un tanto extraños que hicimos durante el trayecto.

Una vez estábamos a la cola de la discoteca, ¡lo nunca visto! No se nos permite la entrada, pero por primera vez la causa son las féminas del grupo. Parece ser que por seguridad con chanclas no se puede ingresar en el local. En ese momento la mayoría del grupo se encaminó en la misión de encontrar comida, mientras un tipo que decía ser el dueño del Sputnik esperaba pacientemente junto a las chicas para intentar solucionar la polémica de las chanclas.

Debido a las altas (o quizás tempranas) horas en las que nos encontrábamos la tarea de encontrar comida no fue fácil. De repente en el horizonte avistamos una pizzería abierta. ¡¡Ese era el lugar!! Pero al llegar a la puerta nos indican que ya están cerrando y no podemos entrar. Tras nuestras súplicas desesperadas, el chico que aún permanecía detrás de la barra en un inteligente movimiento nos permitió el paso.

– Yo quiero 2 porciones!

– A mí me pones 3!

– Yo quiero otras 3!

De repente nuestro comandante entra en escena y, con una decisión no vista anteriormente en la zona desde que Moisés embaucó al pueblo israelí para cruzar el desierto durante 40 años, zanja el debate mirando el expositor de las pizzas:

– All of them!!

El tendero asustado, y viendo la oportunidad de hacer su Agosto, comienza a sacar pizzas que hasta el momento no estaban a la vista, y continúa mostrándoselas al comandante. Su respuesta igual de contundente, no varía ni un ápice.

– All of them!! repite con un tono que rozaba incluso la molestia

El pizzero comienza a empaquetar pizzas a toda velocidad, no siendo que cambiáramos de idea, pero la decisión ya estaba más que tomada. 120€ en porciones de pizza fue el resultado de esta bravata. Bien pagados.

Una vez habíamos conseguido el botín deseado nos encaminamos a la terraza de nuestro hotel, en la cual ya pegaba un sol imponente, para degustar dicho manjar. Muchas historias, risas y más párpados a la altura de las rodillas nos acompañaban mientras consumíamos unas 6-7 porciones por cabeza. Ni con esas conseguimos terminar con la abundante compra que habíamos realizado.

Con el hambre y la sed más que saciados, era el momento de ir a dormir. Los más osados amenazaban con hacer uso del buffet del desayuno del hotel, pero por motivos obvios no fueron capaces. Mientras nos despedíamos, un extraño olor proveniente del ascensor hizo que la vuelta a la habitación fuera a la carrera.

Era el fin de una gran noche. Debido a las tierras en la que nos encontrábamos podríamos concluir que se trató de la Santa Merla.

Next Post

Previous Post

Leave a Reply

© 2025 Tirando Millas

Theme by Anders Norén